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“Basta ya de muertes por asma”

El Día Mundial del Asma se celebra, desde 1998, el primer martes del mes de mayo. Es una iniciativa que tiene como objetivo concienciar a la población de las cargas que supone dicha enfermedad a quien la padece y de la posibilidad de tenerla bajo control llevando una vida saludable sin limitaciones.

Este año la GINA (Global Initiative for Asthma) utiliza el lema Basta ya de muertes por asma” (“Enough Asthma Deaths”) para enfatizar que no deben producirse más muertes por esta patología. Desde esta organización se anima a desarrollar una colaboración entre los profesionales sanitarios para aumentar la concienciación sobre el asma y mejorar el cuidado de estos pacientes.

Según la OMS, el asma afecta a unos 235 millones de personas en el mundo. En España, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad indica que aproximadamente un 5% de la población general la padece y, según la Sociedad Española de Pediatría de Atención Primaria, es la enfermedad crónica no transmisible más común de las vías respiratorias en la infancia, dado que afecta a un 10% de la población infantil.

El asma es una enfermedad crónica no transmisible caracterizada por la obstrucción reversible de las vías aéreas, con inflamación de las mismas y aumento de su capacidad de respuesta a diversos estímulos (hiperreactividad bronquial). Ello provoca episodios recurrentes (crisis asmáticas) de obstrucción bronquial de intensidad variable que cursan con tos, pitidos o sibilancias, dificultad respiratoria o disnea y opresión torácica. Los síntomas pueden manifestarse varias veces al día o a la semana y, en algunos casos, empeoran durante la actividad física o por la noche. Durante los ataques de asma el revestimiento de los bronquios se hincha, con lo que disminuye su diámetro interno y se reduce el flujo de aire que entra y sale de los pulmones. Los síntomas asmáticos recurrentes son causa frecuente de insomnio, cansancio diurno, disminución de la actividad y absentismo escolar y laboral.

En cuanto a su origen, el asma se puede dividir en asma intrínseca y extrínseca o alérgica. El origen del asma intrínseca es desconocido y se detecta con mayor frecuencia en la edad adulta. Tiene un peor pronóstico que el de carácter alérgico y tiende a cronificarse. El asma extrínseca, por su parte, consiste en una reacción antígeno-anticuerpo que desencadena el proceso. Afecta principalmente a niños y adultos jóvenes, se caracteriza por ataques reversibles y breves de broncoespasmos con silbidos y dificultad respiratoria y se controla con un tratamiento adecuado.

Existen diferentes factores de riesgo asociados a esta patología, aunque es cierto que el asma puede aparecer en pacientes que no los presenten. Se pueden englobar en:

  • Factores genéticos: se da un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad si aparecen antecedentes familiares.
  • Factores ambientales: alérgenos como los ácaros del polvo doméstico, el polen o la caspa de los animales de compañía o contaminantes ambientales, como el humo de tabaco, irritantes químicos en el lugar de trabajo o la contaminación.
  • Otros factores: infecciones de origen vírico, realización de ejercicio físico, distintos medicamentos, obesidad, dieta inadecuada, la ausencia de lactancia materna, el estrés, exposición a aire frío, emociones fuertes (miedo, ira), etc.

El tratamiento del asma tiene como objetivo mejorar los síntomas, mantener una función pulmonar normal o casi normal, prevenir las agudizaciones y que el paciente tenga una buena calidad de vida. Es un tratamiento escalonado en función de la gravedad del cuadro que presenta cada paciente. En el primer escalón nos encontramos con acciones como dejar de fumar, realizar actividad física o evitar la contaminación o los alérgenos. En un segundo escalón se sitúa el tratamiento farmacológico, que está basado en el uso de broncodilatadores (beta agonistas y anticolinérgicos) y antiinflamatorios (corticosteroides). Los medicamentos para el asma son de dos tipos: los medicamentos de alivio rápido, que controlan los síntomas de una crisis asmática, y los medicamentos de control a largo plazo, que ayudan a reducir el número de ataques y a que estos sean más leves, pero no lo ayudarán en el momento de un ataque.

El asma se puede controlar y se pueden prevenir la aparición de crisis asmáticas. Es necesario que el paciente conozca su enfermedad (cuáles son sus síntomas habituales, acciones o factores desencadenantes de sus crisis asmáticas y cómo actuar en dichos casos), aprenda a vivir con ella y, por supuesto, cumplir con el tratamiento pautado por su médico. La intervención farmacéutica supone una elevada garantía en el proceso de adecuación, efectividad y seguridad de los tratamientos prescritos para esta patología.

Se considera que una persona a la que se ha diagnosticado asma está bien controlada cuando se dan las siguientes condiciones:

  • No presenta síntomas de asma o son mínimos
  • No se despierta por la noche a causa del asma
  • Habitualmente no necesita utilizar medicamentos de rescate para aliviar el asma
  • Desarrolla una actividad física normal
  • No presenta ataques de asma o son muy infrecuentes

 

Texto: Rebeca González Ginés, farmaceútica del Servicio de Información del Medicamento del COFM. 

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