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Ángeles del Ébola

En estas últimas semanas hemos aprendido mucho sobre la enfermedad del virus del ébola. En su salto desde África a Europa y América del Norte hemos tomado conciencia real del riesgo que supone y, afortunadamente, se ha comenzado a enviar ayuda sanitaria internacional a Liberia, Sierra Leona y Guinea donde, según datos de la OMS, ya han muerto por esta causa 4.500 personas.

En nuestro país la corriente de solidaridad con Teresa Romero, la auxiliar de enfermería contagiada tras haber formado parte de los equipos que atendieron a los Hermanos de San Juan de Dios, Miguel Pajares y Manuel García Viejo, nos ha permitido entender y admirar a todos los profesionales sanitarios que en África, Europa o América arriesgan sus vidas atendiendo a los infectados por ébola, auténticos ángeles con los que hemos contraído una deuda colectiva, inmensa con los fallecidos, pero también muy cuantiosa con los que a pesar del peligro siguen demostrando su gran profesionalidad atendiendo a los afectados.

Lo más peculiar de estos ángeles es, posiblemente, su aspecto. El traje de protección, a primera vista, podría conferirles un sentido amenazador, pero imaginamos que para el enfermo por ébola, en la terrible soledad del aislamiento, su visión confiere tranquilidad, proximidad humana y, sobre todo, saber que están haciendo todo lo que se puede por él.

Los trajes de protección contra las enfermedades infecciosas no son algo nuevo. En 1619 Charles de Lórme inventó un traje especial que fue utilizado por primera vez contra la peste en París, y después su uso se extendió por toda Europa. El traje de protección consistía en un saco de gruesas telas encerado, una máscara con agujeros con lentes de vidrio y una nariz de cono con forma de pico para cargar sustancias aromáticas y paja. Algunas de las sustancias aromáticas que se incluían en el interior del pico eran ámbar gris, hojas de menta, estoraque, mirra, láudano, pétalos de rosa, alcanfor y clavo de olor. El diseño del pico de la máscara respondía al intento de  protegerse del aire podrido, el cual (según la teoría miasmática de la enfermedad) era visto como la causa de la infección.

En la imagen, collage de una fotografía de un sanitario actual con un traje de protección contra el ébola, junto con un fragmento del grabado de Paul Fürst (1658), que representa al Doktor Schabael von Rom  (Doctor Pico de Roma), un médico de la peste negra del siglo XVII, con el traje de protección de la época.

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