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El ruido recreativo es una amenaza para millones de jóvenes

El uso de los auriculares se ha popularizado e integrado en nuestro atuendo con el objetivo de aislarnos del ruido ambiental o distraernos mientras hacemos deporte u otra actividad.

Pero, ¿qué supone este hábito cotidiano para nuestra audición?

Según la Organización Mundial de la Salud, unos 1.100 millones de adolescentes y jóvenes corren el riesgo de sufrir pérdida de audición por el uso nocivo de aparatos de audio personales, como teléfonos inteligentes, y por la exposición a niveles sonoros dañinos en lugares de ocio ruidosos, como clubes nocturnos, bares y eventos deportivos.

Si bien nadie está a salvo de este problema, son los jóvenes quienes suelen escuchar la música a nivel más alto. De hecho, es una práctica frecuente que comprobamos a diario cuando podemos escuchar la música que sale de los auriculares de alguien sentado frente a nosotros en el metro o cuando asistimos a un partido de futbol junto a otros miles de espectadores gritando a pleno pulmón.

Los expertos consideran que 85 decibelios (dB) durante un máximo de 8 horas es el máximo nivel al que se puede exponer el ser humano sin asumir riesgos. Al respecto, el volumen de salida de los dispositivos de audio personales, como los auriculares, puede oscilar entre los 75 dB y 136 dB a su volumen máximo.

En clubes nocturnos, discotecas y bares, los niveles medios de ruido pueden oscilar entre los 104 dB y 112 dB, y según los parámetros que marca la OMS a partir de los 15 minutos esta exposición es insegura. Lo mismo ocurre en las instalaciones deportivas, donde el nivel oscila entre los 80 dB y los 117 dB.

Cuando estamos sometidos durante mucho tiempo a niveles de sonido superior a 110 db se destruyen las vainas de mielina que recubren los axones, que son los encargados de conducir el impulso nervioso entre neuronas. Al estar dañadas las interconexiones encargadas de transmitir las señales eléctricas desde los oídos hasta el cerebro, se produce una mala función del oído, ya sea con una pérdida de audición, aparición de tinnitus o acúfenos (zumbidos, pitidos, etc.) e incluso la sordera.

La audición mejora a medida que estas células se recuperan, pero cuando “los sonidos son muy fuertes o la exposición se produce con regularidad o de forma prolongada, las células sensoriales y otras estructuras pueden verse dañadas de forma permanente, lo que provoca una pérdida irreversible de audición”, advierte la OMS, organización que viene concienciando del problema a través de la campaña “Escuchar sin riesgos”.

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