Cuidados esenciales para “andar con pies de plomo”
Una persona promedio camina unos 10.000 pasos por día. Eso equivale a más de 24.000 kilómetros a lo largo de su vida, espacio suficiente como para dar la vuelta al mundo 4 veces. Y ese largo recorrido lo hacemos sobre los pies, dos de las partes del cuerpo más usadas y maltratadas y en las que solo se repara cuando causan dolor o llega el buen tiempo y hay que lucirlos.
A lo largo de esa andadura, más del 80 por ciento de las personas experimentan algún problema con los pies. Algo habitual si tenemos en cuenta que el pie es una de las partes más complejas del cuerpo, que consta de 26 huesos unidos por 33 articulaciones y más de 100 músculos, tendones y ligamentos. Una perfecta obra de ingeniería que soporta el peso corporal y queda expuesta a un constante rozamiento, sometida en ocasiones a un calzado inadecuado que genera problemas secundarios.
Si bien no se trata de problemas graves, hay algunas complicaciones que pueden resultar dolorosas para caminar, este es el caso de los juanetes o «hallux valgus», una deformación del dedo gordo que al desviarse provoca una protuberancia lateral muy dolorosa y resulta muy común entre las mujeres de edad avanzada. También son comunes los problemas ocasionados por el desgaste de la almohadilla plantar del pie conocido como metatarsalgia. Otra causa de dolor son las durezas o las ampollas producidas por roce. Además, la falta de ventilación que se produce en los zapatos, especialmente en invierno, provoca sudor y crea un entorno propicio para bacterias y hongos.
“Quien tiene pies, de vez en cuando da un traspiés”, por eso es conveniente prestar la atención que se merecen. Sobre todo porque en ocasiones alertan sobre cuestiones médicas más serias tales como artritis, diabetes y trastornos neurológicos o circulatorios. Pero no reparamos en nuestras extremidades inferiores hasta que el calor invita a calzarnos sandalias, momento en el debemos adoptar medidas extremas para lucir unos pies cuidados.
Para mantener el paso es conveniente elegir un calzado adecuado, cómodo y de material transpirable para evitar el exceso de sudoración, que se puede regular con desodorantes y antitranspirantes adecuados. Asimismo, es necesario adoptar ciertas precauciones contra el pie de atleta y el papilomavirus, problemas típicos del verano que se pueden prevenir utilizando chancletas o zapatillas de goma en piscinas o lugares públicos. También durante el verano es recomendable aplicar suficiente hidratación que destierre esa evidente sequedad que tanto afea y usar lima o piedra pómez en las zonas ásperas y resecas para eliminar la acumulación de hiperqueratosis o durezas. ¡Y cómo no!, hay que prestar atención a la pedicura, no dejar crecer las uñas en exceso y cortar en forma recta para no tener problemas al crecer.
Finalizada la pedicura se puede disfrutar de los beneficios de caminar descalzo por la playa, una actividad que reequilibra las funciones de los órganos y además es una excelente terapia antiestrés.
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