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¿Qué es la disfagia?

El 12 de diciembre se celebra el Día Mundial de la disfagia, trastorno que se caracteriza por la dificultad para deglutir los alimentos, tanto sólidos como líquidos, de manera que se produce una alteración en el desplazamiento del bolo alimenticio.

La Organización Mundial de Gastroenterología establece una tasa de prevalencia de esta enfermedad de un 11% en la población general, afectando al 25% de la población mayor de 70 años. La disfagia está más presente que nunca debido a las complicaciones que se han presentado por la asistencia sanitaria a causa de la COVID-19. Cuando se presenta un cuadro grave de esta enfermedad aparece un Síndrome de Dificultad Respiratoria Aguda (SDRA), esto conlleva un ingreso en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y, generalmente, una intubación y/o una traqueotomía, junto con una inmovilidad en la cama, en estos casos las secuelas de la intubación y la inmovilidad pueden provocar disfagia.

Esta alteración puede ser debida a una causa tanto orgánica como funcional. De forma general puede ser debida a enfermedades que afectan a la mucosa (candidiasis orofaríngeas), enfermedades que afectan al músculo (musculatura esofágica), enfermedades del sistema nervioso central o periférico y las que afectan estructuras adyacentes al sistema de deglución, como laringe o tiroides. Se denomina disfagia orofaríngea a la causada por problemas en la boca o en la garganta y disfagia esofágica a la causada por problemas en el esófago.

 

La disfagia se asocia a una mayor incidencia de deshidratación y malnutrición por falta de aporte de alimentos. Además, se puede producir aspiración del contenido de la boca hacia el pulmón, lo que puede producir un ataque de asma o una neumonía aspirativa.

Respecto a los síntomas que presentan las personas que padecen disfagia, podemos destacar los siguientes:

– Dificultad para iniciar la deglución o necesidad de tragar varias veces

– Atragantamiento con algunas consistencias

– Falta de fuerza de la lengua para empujar el alimento hacia la faringe

– Sensación de residuo en la boca o faringe y tener que tragar varias veces.

– Sonidos de gorgoteo de la garganta, durante o después de comer

– Tos y/o carraspeo durante o después de comer o beber líquidos.

– Caída de los alimentos de la boca o babeo al comer.

– Molestia o dolor al momento de ingerir los alimentos. Molestia en el pecho durante o después de tragar

– Náuseas, vómitos o regurgitación (vuelta del alimento a la boca).

– Cambio de voz después de beber

– Pérdida de peso de forma repentina

 

Para el diagnóstico se valora la historia clínica del paciente: el tiempo de evolución de la disfagia, si ha sido brusca o progresiva, su localización (orofaríngea o esofágica), etc. En la disfagia orofaríngea la molestia se suele localizar en la garganta y se acompaña de paso de comida hacia la nariz o hacia el aparato respiratorio.

 

En el caso de disfagia esofágica se suele tener la molestia localizada en el pecho. También debe valorarse si afecta únicamente a sólidos (generalmente de causa estructural) o a líquidos y sólidos (generalmente de causa funcional). Las pruebas que suelen realizarse para su estudio son un estudio esofágico con bario. en el que se observa mediante radiografías cómo se traga el bario y si existen alteraciones en la parte más alta del tracto digestivo, una laringoscopia, una esofagoscopia y, en ocasiones, puede ser necesaria una manometría esofágica o estudios neurológicos específicos para llegar a su diagnóstico.

El tratamiento de la disfagia dependerá de la gravedad y de la enfermedad responsable. De forma general se pueden hacer las siguientes recomendaciones:

– Permanecer relajado a la hora de comer

– Sentarse lo más derecho posible, cuidar la postura durante y después de las comidas, comer en posición completamente sentada (90º) con la cabeza ligeramente hacia adelante y mejor en una silla en la que se puedan apoyar los brazos.

– Evitar las comidas media hora antes de irse a dormir y elevar la cabecera de la cama.

– Mantenerse concentrado en la actividad de comer evitando hablar con la boca llena.

– Modificar la consistencia de los alimentos, pasarlos por el pasapurés hasta obtener una textura homogénea y sin grumos, se pueden añadir leche o salsas para que la textura sea más suave.

– Evitar frutas con pepitas o piel (uvas, mandarinas), así como alimentos fibrosos (piña, espárragos…).

– Sustituir el agua por bebidas espesadas o gelatinas y evitar los líquidos con pulpa, como los zumos de naranja sin colar

– Evitar mezclar los alimentos sólidos con los líquidos en el mismo bocado.

– Tomar los alimentos en pequeñas cantidades, partir la comida en trozos pequeños y masticarla lentamente.

– Comer despacio y tragar en varias ocasiones hasta que todo el contenido de la boca haya pasado hacia el estómago.

– Si no es posible tragar (afagia), se puede insertar una sonda nasogástrica muy fina por la nariz y proceder a alimentación enteral o incluso abrir un orificio en la pared abdominal para pasar la comida directamente al estómago (gastrostomía).

 

 

Dra. Isabel Rodríguez Tejonero.

Farmacéutica del Servicio de Información Técnica del COFM

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