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Los farmacéuticos castigados como Sísifo

Hace pocos días, el Instituto Choiseul de España, una entidad dedicada a la investigación y el análisis en cuestiones de gobernanza económica global surgida en Francia en el marco de defensa del modelo liberal, presentó un informe dedicado al presente y futuro del sector farmacéutico español. Uno de los ponentes fue Juan Iranzo, decano del Colegio de Economistas de Madrid, que defendió la capilaridad del modelo español de farmacia, sólo superada por la red bancaria, y subrayó el hecho de que dicho modelo no lleva a cabo sólo funciones de venta de medicamentos sino que también asesora a los pacientes sobre su uso adecuado. Eduardo Olier, presidente del Instituto, aunque indicó que el modelo necesita ser revisado e incluso modernizado, defendió asimismo su esencia y en consecuencia su planificación geográfica y demográfica.

El hecho de que desde una entidad de investigación y estudios de la naturaleza y el prestigio del Instituto Choiseul, se descarte el canto de sirenas en torno a la liberalización de la oficinas de farmacia en España, que incluso se encuentra en el debate de las distintas versiones del anteproyecto de Ley de Servicios Profesionales de los que hemos tenido conocimiento, es esperanzador y demoledor a la vez.

Esperanzador por cuanto significa el hecho de que desde lo que podíamos denominar la “inteligencia liberal” se descarte la generalización a ultranza de las farmacias y se aprecien las ventajas del actual modelo.

Descorazonador, por ser un planteamiento en el que las oficinas de farmacias se ven una y otra vez, por unos motivos o por otros, obligadas a estar permanentemente defendiendo su idoneidad y las ventajas que aportan a la sociedad española. Algo así como si los farmacéuticos hubieran recibido el castigo de Sísifo y estén condenados a tener que estar demostrando permanentemente sus cualidades a la sociedad.

Cuenta la mitología griega que Sísifo engañó a los dioses para escapar de los infiernos y por ello fue condenado por Zeus a un castigo cruel y eterno: debía subir a fuerza de brazos una gran piedra hasta la cumbre de una montaña. Pero cada vez que llegaba a la cima, la roca se le escapaba de las manos y rodaba por la ladera hasta abajo. No le quedaba otro remedio que descender y recomenzar su esfuerzo. Algo similar les está ocurriendo a los farmacéuticos españoles con su actual modelo.

En la imagen podemos observar el Sísifo pintado por Tiziano entre 1548 y 1549 que se conserva en el Museo del Prado, de Madrid.

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