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El cuidado del cuidador

Las personas dependientes son aquellas que necesitan ayuda para realizar alguna o todas las actividades básicas de su vida diaria, conforme con su edad y etapa vital (comer, vestirse, asearse, ir al baño y caminar o moverse) y aquellas otras actividades derivadas de su condición de dependencia (ir al médico, tomar la medicación, hacer compras, realizar gestiones, desplazarse fuera de su domicilio, etc.). Esta situación puede estar ocasionada por una enfermedad, un accidente repentino o por un proceso degenerativo progresivo.

En el cuidado de los pacientes dependientes colaboran distintas personas (farmacéuticos, enfermeros, asistente social, voluntarios, amigos, padres, hijos, etc.) pero siempre hay un cuidador principal, ya que el grueso de los cuidados de estos pacientes acaba recayendo principalmente en una sola persona, aquel miembro de la familia más cercano, accesible, con el que el enfermo ya convivía, con el que tiene más confianza o aquel que “tiene más tiempo”. Y esa persona, sea un hijo, un padre, una madre, hermano o un nieto, se convierte en el cuidador principal. Este cuidador principal se ocupa mayoritariamente del cuidado del familiar con dependencia, asumiendo un mayor grado de responsabilidad en los cuidados, en el tiempo y esfuerzo invertido y en la toma de decisiones.

Gracias a la persona cuidadora el paciente ve cubiertas sus necesidades y puede tener una mejor calidad de vida. La actividad que desarrollan las personas cuidadoras es complicada y difícil, ya que la mayor parte de las veces supone anteponer el cuidado de la persona dependiente a su vida familiar y personal, y a su salud física y/o emocional. Cuando no se atienden sus propias necesidades y/o se asume un exceso de responsabilidad, las personas cuidadoras pueden presentar diferentes síntomas (tristeza, sentimientos de culpa, fatiga emocional, irritabilidad, enfado, dolor de espalda y articular, frustración, impotencia, insomnio, ansiedad, abandono del cuidado personal, rechazo hacia la persona dependiente, distanciamiento emocional, depresión, estrés, aislamiento y soledad) y ver disminuida su calidad de vida hasta incluso llegar a enfermar.

Los cuidadores deben conocer muy bien la situación de la persona a la que cuidan y cuál es la mejor manera de cuidarla. Pero también es muy importante identificar y atender sus propias necesidades, así como los problemas y dificultades diarios que surgen como consecuencia de la tarea que realizan y que como hemos dicho pueden afectar a su estado de salud física y mental y a su autonomía.

Para conseguirlo es importante seguir las siguientes recomendaciones:

  • Lo primero es ser consciente de la importancia del trabajo que realiza el cuidador. Es importante compartir la responsabilidad de los cuidados con el paciente dependiente fomentando los autocuidados; es decir, que la persona dependiente participe en sus propios cuidados siempre que pueda, aunque lo haga mal o lentamente. La persona cuidadora cuidará, pero nunca hará lo que la persona dependiente pueda hacer.
  • Aprender a decir “NO” cuando las peticiones de la persona dependiente no son razonables o son excesivas.
  • Admitir que se pueden cometer errores y no sentirse culpable por ello.
  • Siempre que sea posible, compartir el cuidado con otras personas.
  • Aceptar toda la ayuda posible: de asociaciones, centro de día, ayudas técnicas, ayuda profesional, ayuda económica, grupos de apoyo, teleasistencia, domótica, etc.
  • La persona cuidadora debe cuidar su salud: dormir 8 horas, hacer ejercicio físico con regularidad, evitar el aislamiento, alimentarse correctamente, mantener el contacto con su pareja, hijos, amigos, etc.
  • Hay que recordar que es muy importante dedicar tiempo para su propia preparación física y psíquica.
  • Es esencial que la persona cuidadora reciba información acerca de la patología del paciente y formación para poder desarrollar su trabajo adecuadamente.
  • No hay que olvidar que la persona cuidadora debe dedicarse tiempo a sí misma, descansar, dedicar tiempo a sus asuntos personales y hacer cosas que le gusten y le relajen (leer, escuchar música, pasear, descansar…).
  • Por último, se debe organizar, planificar el tiempo de los cuidados y repartir tareas.

En resumen, las personas cuidadoras tiene que cuidarse a sí mismas para poder realizar su trabajo de la mejor manera posible y tener siempre presente que su responsabilidad no es la de curar sino la de cuidar, que es una de las experiencias más satisfactorias y gratificantes.

 

Rebeca González Ginés
Farmacéutica Servicio Información Técnica COFM

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