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Cuidado de nuestros pies en verano

La salud de nuestros pies es muy importante, ya que afecta directamente a nuestra movilidad y, por consiguiente, a nuestra calidad de vida. A diario nos olvidamos de cuidarlos y solo nos acordamos de ellos cuando nos generan algún malestar o cuando tenemos que “lucirlos” en verano.

Los pies son estructuras muy flexibles y de gran complejidad. Están formados por 26 huesos, una treintena de articulaciones, numerosos músculos, nervios, ligamentos y vasos sanguíneos. Son   capaces de realizar funciones de movimiento, estabilidad, equilibrio y coordinación indispensables para el correcto desarrollo de la mayoría de las actividades que realizamos diariamente.

La piel de los pies difiere de la del resto del cuerpo en que no posee glándulas sebáceas, de manera que la película hidrolipídica es menos rica en componentes grasos y, por este motivo, no cumple correctamente su función hidratante. Además, la epidermis, en concreto el estrato córneo, tiene mayor espesor en los pies que en el resto del cuerpo y, por ello, se deshidrata con más facilidad. Por otro lado, los pies presentan un elevado número de glándulas sudoríparas ecrinas, a través de las cuales se eliminan el agua, las sales y las sustancias de desecho.

En este post vamos a describir las principales alteraciones que se producen en la piel de nuestros pies y los cuidados básicos que debemos realizar para mantenerlos sanos.

 

Talones agrietados

 Son una alteración de la dermis que se produce cuando la piel de los pies está tan seca que se empieza a romper o desgarrar formando grietas que pueden causar dolor, sangrado e, incluso, llegar a infectarse, ya que estas grietas son una vía de entrada para microorganismos. La falta de hidratación puede provocar picor, enrojecimiento, descamación, rugosidad y, en los casos más extremos, grietas.

Es muy importante hidratar a diario los pies y utilizar cremas específicas para talones, que consigan eliminar las células muertas, hidratar y suavizar. Pueden contener activos hidratantes como la urea (no concentraciones superiores al 20%), la alantoína, la vitamina B5, ceramidas, etc. Para exfoliar los pies de forma regular (1 vez a la semana) podemos usar formulaciones con ácido salicílico, ácido láctico, alfa hidroxiácidos, etc.

Antes de irte a dormir, recuerda aplicar diariamente la crema sobre los pies previamente lavados y secos.

 

Durezas y callos

 Lo que habitualmente conocemos como durezas (hiperqueratosis) son el engrosamiento de la capa más superficial de la piel debido a un exceso de fricción o presión en una determinada zona. El roce hace que se incremente el número de células muertas y descamadas, provocando el engrosamiento y endurecimiento de la zona afectada. Son de color amarillento, ásperas al tacto, superficiales; se desarrollan a lo ancho y normalmente no son molestas. No siempre tienen por qué surgir en el pie, aunque es la parte del cuerpo donde con más frecuencia aparecen.

Para eliminar las durezas de nuestros pies podemos usar una lima o piedra pómez y después aplicar una crema específica para durezas, con ácido salicílico o urea, que ayudará a reblandecer e hidratar la piel.

Otro problema habitual en nuestros pies es la aparición de callos (helomas), que son capas duras y gruesas de piel que aparecen cuando la piel intenta protegerse del exceso de fricción y presión ejercidas en determinadas zonas. Suelen ser más pequeños que las durezas y estar delimitados en un sitio concreto, tienen un centro duro rodeado de piel inflamada, crecen hacia el interior de la piel y con frecuencia son dolorosos.

En la farmacia podemos encontrar apósitos o cremas callicidas con principios activos queratolíticos (ácido salicílico, urea 40%) que pueden ayudarte a eliminar este problema, pero lo más importante es encontrar la causa que lo provoca y evitarla. Si tienes la piel insensible por sufrir patologías, como la diabetes, mala circulación o daños en los nervios, consulta con tu farmacéutico antes de manipularte estas afecciones.

 

Ampollas

 Aparecen cuando las capas más superficiales de la piel, debido al roce y la presión, se separan del resto de la piel y se llenan de líquido formando pequeñas burbujas de líquido seroso. Estas lesiones son más frecuentes en manos y pies, y es más fácil que salgan si hace calor y si la piel está húmeda. Suelen curarse por sí solas y no dejar cicatrices.

Para prevenir la aparición de estas lesiones es importante usar un calzado adecuado y específico para la actividad que vayas a realizar, de tu talla (para evitar roces) y de material transpirable (algodón), exfoliar la piel 1-2 veces por semana e hidratarla cada noche con una crema de urea.

Si ya tenemos la ampolla, es importante no manipularla. Si no nos duele demasiado o no es muy grande, es mejor no romperla ni pincharla para extraer el líquido de su interior, ya que esto aumentaría el riesgo de infección. Conviene lavar cuidadosamente la zona con agua y jabón y cubrirla con una gasa estéril o apósito. Esto mantendrá el área limpia e impedirá que continúe el roce que la ha provocado. Podemos adquirir en la farmacia apósitos de hidrocoloide que nos protegerán la zona, disminuirán el dolor y nos ayudarán a cicatrizar la herida. Este tipo de apósitos no deben retirarse, se caen por sí solos.

Si la ampolla es muy grande, duele o se encuentra en un área en la que es fácil que se rasgue o rompa, conviene drenarla. En primer lugar, debemos lavarnos las manos y la ampolla con jabón y agua tibia. Después, se ha de limpiar la lesión con yodo, esterilizar una aguja limpia con alcohol y punzar la ampolla en varios puntos del borde. Es mejor dejar que el líquido salga por sí solo e intentar no tocar con los dedos la zona que la rodea. Posteriormente, podemos aplicar una pomada antibiótica, colocar una gasa o apósito estéril y controlar la zona para detectar posibles infecciones.

Se recomienda acudir al médico si la ampolla excreta pus o el área que la rodea está roja, inflamada o muy dolorosa; si tiene más de dos centímetros; en caso de fiebre; si las ampollas han sido provocadas por quemaduras o si se hayan en zonas críticas.

 

Uñas encarnadas (onicocriptosis)

Es una afección que aparece cuando uno o ambos bordes de la uña penetran y empiezan a crecer dentro de la piel adyacente produciendo dolor, enrojecimiento, inflamación y, en algunos casos, infección. Las uñas encarnadas suelen afectar el dedo gordo del pie y son el resultado del choque del dedo con la parte delantera del calzado al caminar.

La forma correcta de cortarse las uñas es muy importante si queremos evitar este tipo de problemas. Las uñas de los pies deben cortarse siguiendo la forma natural de las mismas, con tijeras especiales para pies, en forma recta-cuadrada y desinfectadas adecuadamente. No se deben cortar en exceso, ni dejarlas crecer demasiado o arrancarlas.

El tratamiento de la uña encarnada varía en función de la fase en la que se encuentre la dolencia y el nivel de afectación. Debemos acudir al podólogo para que libere correctamente la uña encarnada y prescriba si es necesario el uso de antibióticos tópicos u orales. En estadios avanzados el tratamiento suele ser quirúrgico (cirugías ambulatorias con anestesia local).

 

Pie de atleta (tiña podal o intertrigo interdigital)

Es una infección que se produce en los espacios interdigitales de los dedos del pie, provocada por una especie de hongos parasitarios muy contagiosos, llamados dermatofitos, que se nutren de la queratina y colonizan la piel y se multiplican cuando el pie está expuesto a ambientes cálidos y húmedos, como los de piscinas, duchas públicas, vestuarios, saunas o gimnasio. Estos hongos producen una descamación leve, con o sin enrojecimiento, y prurito. A veces la descamación es importante, con grietas y fisuras dolorosas, y en ocasiones pueden formarse ampollas. La tiña del pie puede provocar infecciones bacterianas, sobre todo en las personas mayores o con un aporte de sangre insuficiente en los pies.

El verano es la época en la que más se produce esta infección, ya que es más normal que vayamos descalzos y es cuando más nos acercamos a lugares de riesgo (piscinas, duchas públicas, etc.). Además, a todo esto, se une el calor y la sudoración que se producen en el periodo estival.

Para evitar el pie de atleta debemos mantener los pies siempre secos y utilizar un producto desodorante/antitranspirante si nos sudan. El tratamiento consiste en la aplicación de fármacos antimicóticos (antifúngicos) de forma tópica directamente sobre la zona afectada y en ocasiones por vía oral. Reducir la humedad en los pies y en el calzado contribuye a prevenir las recidivas. Recuerda que los espacios entre los dedos del pie deben secarse cuidadosamente con una toalla después del baño o ducha.

 

Rebeca González Ginés

Farmacéutica del Servicio Técnico de Información del COFM

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