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Adherencia: un elefante en medio del salón

Hay quien intenta aparentar normalidad y quien señala con sorpresa que, en efecto, hay un elefante en medio del salón. Incluso hay quien se da la vuelta, sale de la sala y cuando regresa se asombra y pregunta por qué sigue ahí, con sus grandes orejas y su trompa, ocupando tanto espacio. El elefante en cuestión es una metáfora que se ha utilizado en la VII Jornada del Grupo OAT para referirse a una realidad no solo de la sanidad española, como es la falta de adherencia a los tratamientos.

Y es que nos hemos acostumbrado a pensar que es normal que uno de cada dos pacientes no cumpla las pautas de medicación o de salud que le prescribe su médico sin interrogar a continuación qué están haciendo las administraciones, nuestros políticos, los profesionales y los propios ciudadanos para corregir esta situación. Porque conviene repetirlo: no nos sale gratuito el hecho de que el 50 por ciento de los ciudadanos no se ajuste a los tratamientos indicados por distintas y complejas razones, según los datos de la mayor encuesta realizada hasta la fecha en España.

Huelga decir el impacto de salud pública que representa en términos de carga de enfermedad y también el enorme coste económico que supone para toda la sociedad. Más importante es comenzar a solucionar este gran problema que pasa, en primer lugar, por provocar un cambio de comportamientos y de formas de hacer las cosas en todos los frentes. Nadie, ningún profesional, tiene la solución en su mano, sino que se trata de un objetivo compartido donde hay que volcar todos los esfuerzos y recursos al alcance. Es un consenso evidente que nadie puede poner en peligro por irresponsabilidad, oportunismo o por simple cálculo político.

Por nuestra parte, como profesionales sanitarios, no nos resignamos a quedarnos de brazos cruzados y, por eso, hemos promovido una nueva Ley de Farmacia en la Comunidad de Madrid que permita acometer retos como mejorar la tasa de adherencia a los medicamentos de los pacientes y, en especial, de los más mayores a través de una mayor implicación profesional en el seguimiento farmacoterapéutico y cumplimiento de los tratamientos. La atención farmacéutica domiciliaria es solo uno de los puntos de la Ley que desarrollan esta aspiración, como bien defendió la semana pasada nuestro presidente.

Ni que decir tiene que no se trata de un salto sin red ni, por supuesto, sin apoyo legal. Tan solo pretendemos desarrollar lo que marca nuestra Ley 16/1997, de Regulación de Servicios de las Oficinas de Farmacia, o lo que recoge la Ley 39/2006 de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia y que nos obliga, hay que subrayarlo por si alguien no se ha enterado, a “optimizar los recursos públicos y privados disponibles” para garantizar la autonomía de las personas. Es lo que la Comunidad de Madrid está haciendo por mucha demagogia y manipulación que se haga.

Ejemplos de que la atención farmacéutica domiciliaria funciona, aporta valor a los pacientes y es coste eficiente nos lo ofrece el País Vasco desde 2013. Su director general de Farmacia, Jon Iñaki Betolaza, lo ha expresado de forma muy gráfica: “vamos a trocear el elefante”.

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