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¿Qué es la enfermedad de Ménière?

La enfermedad de Ménière es una patología crónica del oído interno. Se genera un acúmulo excesivo de líquido endolinfático (hidrops endolinfático) en una porción del oído interno conocida como el laberinto, donde se localizan los órganos del equilibrio (los conductos semicirculares y los órganos otolíticos) y de la audición (la cóclea). Esta anomalía interfiere con las señales del equilibrio y de la audición normales, que van del oído interno al cerebro, provocando la triada de síntomas característicos de la enfermedad: vértigo, pérdida auditiva neurosensorial y tinnitus.

El síntoma inicial y principal es la presencia de crisis de vértigo rotatorio incapacitante (el paciente, durante la crisis, nota como si todo el entorno le estuviera dando vueltas), de inicio brusco y sin desencadenantes previos, puede durar entre 20 minutos y 24 horas, siendo lo más habitual 2-3 horas; va acompañado de náuseas y vómitos y suele asociarse a una sensación de opresión en el oído (generalmente unilateral), el paciente nota como si el oído se hubiera quedado sordo o taponado. En las fases iniciales, esa hipoacusia (descenso de la capacidad auditiva) es fluctuante, es decir, se recupera tras la crisis, inicialmente se limita a los sonidos graves, pero según avanza la enfermedad se va haciendo progresivamente más amplia y persistente, apareciendo también un acúfeno o tinnitus (zumbidos o silbidos que se escuchan sin que exista una fuente exterior de sonido) muy molesto e intenso.

Durante la crisis de vértigo, el paciente queda completamente incapacitado para realizar cualquier labor. Tras la crisis aguda, el paciente puede empezar a levantarse, pero sigue con inestabilidad, sensación de malestar y un fuerte cansancio que se puede prolongar durante varios días.

Esta patología se caracteriza por variar mucho según el paciente, e incluso se registran distintos períodos de evolución dentro de la misma persona enferma.

Aunque la causa de esta enfermedad es, hoy por hoy, desconocida, existen muchas teorías acerca de su origen. Algunos investigadores creen que es el resultado de constricciones en los vasos sanguíneos (vasoconstricción) de manera similar a las que causan las migrañas, otros piensan que puede ser consecuencia de infecciones por virus, alergias o reacciones autoinmunitarias e incluso se especula que como parece darse en familias, podría ser el resultado de variaciones genéticas que causan alteraciones en el volumen o la regulación de líquido endolinfático.

El diagnóstico lo llevará a cabo un otorrinolaringólogo, pero no existe una prueba definitiva o un síntoma único que se pueda utilizar para hacerlo. La enfermedad de Ménière se diagnostica cuando una persona presenta, al menos, dos episodios espontáneos de vértigo, hipoacusia neurosensorial que se confirma con estudios audiométricos y acúfenos. Los pacientes a menudo tienen un déficit auditivo de tonos graves y pueden tener problemas para distinguir sonidos similares.

El tratamiento tiene el doble objetivo de aliviar los síntomas durante las crisis y mejorar la evolución de la enfermedad para evitar nuevas crisis. En la actualidad no existe un tratamiento estándar para la enfermedad de Ménière y las opciones pueden variar desde cambios en la alimentación, administración de medicamentos y en algunos casos la cirugía.

  • Se debe comenzar por modificaciones en la dieta del paciente, así como en sus hábitos y en el estilo de vida.
  • Reducir el consumo de sal: una dieta baja en sal (sodio) ayuda a reducir la presión del líquido en el oído interno, lo que podría contribuir a controlar los síntomas de la enfermedad.
  •  Evitar otras sustancias que aumentan la presión del saco endolinfático, como el alcohol, la nicotina, la cafeína y aquellos alimentos con un elevado contenido de azúcar. Como la cafeína y la nicotina son vasoconstrictores, pueden afectar al flujo dentro del sistema laberíntico. El alcohol puede desplazar líquidos y electrolitos dentro del oído interno. También debe evitarse la hipoglucemia, que puede ser un desencadenante de la enfermedad.
  • Dormir bien, hacer ejercicio y reducir el estrés (yoga).

 

Entre los medicamentos que se pueden emplear para tratar esta patología, están los diuréticos, favorecen el equilibrio de los líquidos laberínticos al eliminar la sobrecarga hídrica y, por tanto, contribuyen a la mejora del vértigo. Por otra parte, uno de los fármacos de elección es la betahistina, eficaz para la eliminación del vértigo y del desequilibrio.; además puede ser necesario el uso de medicamentos para las náuseas, como la metoclopramida. Los tratamientos agresivos como los corticoesteroides, utilizados para reducir el edema en el saco endolinfático y el tratamiento con presión positiva, se emplean cuando el paciente sufre un empeoramiento de la audición o un aumento de la frecuencia e intensidad del vértigo, o ambos. En los casos en los que el tratamiento farmacológico no funcione se puede valorar la cirugía.

Cuando se produce una crisis aguda, durante un episodio de vértigo, el sentido del equilibrio puede verse afectado, las probabilidades de caerse aumentan considerablemente con lo cual se recomienda procurar estar sentado o acostado, evitar los movimientos bruscos y fijar la vista en un objeto inmóvil, ya que hace que se reduzca la sensación de mareo. Tomar la medicación tan pronto como se presenten signos de advertencia (prodrómicos), como sensación de malestar, aumento de la presión del oído, acúfenos, hipoacusia, náuseas y sudores. En caso de no ser capaz de comunicarnos con los demás cuando surge el vértigo, puede resultar útil llevar una pulsera en la que se lea el nombre del paciente y síndrome de Ménière, así podrán ayudarnos mejor.

También puede resultar útil para este tipo de pacientes, el uso de audífonos, rehabilitación vestibular y realización de ejercicios. Las actividades de ejercicio pueden mejorar el equilibrio y volver a entrenar el sistema nervioso central para compensar el desequilibrio que genera la enfermedad. La terapia cognitiva puede ser útil para enfrentar mejor la naturaleza inesperada de los ataques y reducir la ansiedad sobre futuras crisis.

 

 

Mª Isabel Rodríguez Tejonero

Servicio de Información Técnica del COFM

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