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Médicos de la OMC en camisa de once varas

La Organización Médica Colegial acaba de hacer público un informe sobre el sector farmacéutico donde, aparte de cuestionar la política farmacéutica o plantear una reestructuración radical del sector, se permite el lujo de señalar cuál debería ser el nivel de inversión en I+D de los laboratorios, recomendar la liberalización de las oficinas de farmacias o cargar contra los márgenes profesionales del sector, entre otros muchos aspectos.

Nadie, incluida la Administración, los laboratorios, distribuidores y farmacéuticos, escapa de las críticas gratuitas de la OMC, que supedita al resto de agentes que componemos la cadena del medicamento al servicio de sus intereses. Curiosamente a lo largo del informe de 108 páginas, cuya responsabilidad es únicamente atribuible a sus autores y que responde al objetivo de garantizar la sostenibilidad del gasto en medicamentos, no hay ninguna autocrítica, como si el colectivo no tuviese nada que ver y no fuese responsable en última instancia del gasto generado a través de las recetas que hacen de España uno de los dos países europeos con mayor número de prescripciones por persona.

El drástico recorte del gasto en recetas llevado a cabo por la administración desde 2010 y que los farmacéuticos hemos sufrido en primera persona tampoco parece suficiente, porque la OMC pide más, no se sabe muy bien por qué o sin tan solo se trata de buscar enemigos donde no los hay o poner sus puestos de trabajo en la sanidad pública y privada a salvo de futuros recortes.

En el informe aprobado por la Asamblea de la OMC y que ya el Consejo Asesor del Ministerio de Sanidad rechazó en su momento, abogan por extender el sistema de subastas andaluz a la compra de todos los medicamentos, reclaman un proceso de integración y desintermediación en la distribución, piden la liberalización de las oficinas de farmacia o cuestionan la ordenación farmacéutica y naturaleza jurídica de la farmacia al proponer que las farmacias sean concesiones temporales que retornen a la Administración por jubilación, renuncia o defunción del titular.

Están por ver cuáles serían los beneficios de estas medidas que son más fruto de una ocurrencia de los actuales responsables de la OMC que de una reflexión. Y es que en el informe no se justifica ni el sentido, ni la oportunidad ni mucho menos se cuantifica el ahorro que tendrían estas propuestas que empobrecerían el acceso de calidad de la población a los medicamentos que garantiza la actual red de farmacias, aparte del más que dudoso de funcionarizar el actual modelo.

Ni que decir tiene que la OMC considera al paciente casi de su exclusividad y se muestra también muy celosa de lo que entienden son sus competencias, marcando sus líneas rojas y dejando poco espacio o ninguno a otros profesionales para el trabajo en equipo. Hay que recordar que no es el médico el centro del sistema, sino el paciente, como apunta cualquier sistema de salud moderno en el mundo. Los farmacéuticos así lo entendemos y, por eso, estamos trabajando junto a los médicos españoles cada día en prácticas colaborativas, prestando nuevos servicios asistenciales de seguimiento farmacoterapéutico y adherencia a los tratamientos, con el único fin de proporcionar más seguridad y calidad a los pacientes. Este es el futuro y esta es nuestra meta en la que tanto médicos como farmacéuticos estamos unidos.

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