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La hecatombe farmacéutica necesita la unión de las sibilas

La palabra “hecatombe”, del griego antiguo “hekatón” (cien) y “boús” (buey), designa una ofrenda remota en la que se regalaba a los dioses el sacrificio de cien bueyes. Tal era el esfuerzo que debía representar para los antiguos helenos el volumen de la dádiva, que el término quedo acuñado como referente genérico de una gran catástrofe. En ese sentido, calificar de “hecatombe farmacéutica” la sucesión de recortes, rebajas y descenso del número de recetas dispensadas que desde hace más de trece años y de manera progresiva se han impuesto al sector farmacéutico no resulta en absoluto exagerado.

No obstante, las hecatombes no eran todas iguales. El propio Homero, en la Iliada, habla de una hecatombe de doce bueyes y otra de cincuenta carneros. En la Odisea, el mismo autor narra otra gran hecatombe de ochenta y un bueyes. ¿Cómo se referiría a la situación a la que se ven abocados los agentes de la cadena del medicamento después  de que la mayoría de los recortes sanitarios se han aplicado exclusivamente a ellos?

En la hipótesis de que pudiese compararse la mitología griega y la situación del sector farmacéutico, podríamos interpretar que las Administraciones sanitarias central y autonómicas son los sacerdotes que trasladan a los mortales las exigencias de los dioses supremos del Olimpo europeo. El sector farmacéutico español necesita imperiosamente una sibila; es decir, un intercesora, que haga entender a los dioses que los tributos exigidos al rebaño de la comunidad del medicamento han tocado fondo, que han terminado con su capacidad reproductiva y que ahora, si no buscan bueyes en otras latitudes, sólo pueden esperar la acelerada consunción de los pocos que queden vivos.

Desgraciadamente, cada uno de los clanes del medicamento ha recurrido a una, o incluso más de una sibila (industria, distribución, oficinas de farmacia), y además se señalan entre sí diciendo “a ese le has quitado menos bueyes que a mi”. Así no se puede ir a ninguna parte, las sibilas tienen que trabajar juntas, porque si no, con todo ese ruido los dioses dicen que están sordos.

En la imagen: la Sibila de Delfos pintada por Miguel Angel en 1509 en los frescos de la Capilla Sixtina del Vaticano, y el friso sur del Partenon, (siglo V antes de Cristo) de Atenas, que muestra los bueyes que son llevados al sacrificio, actualmente conservado en el Museo Británico (Londres).

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