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Farmacéuticos emprendedores: Miguel Martínez de Leache (1615 – 1672)

Miguel Martínez de Leache (Sádaba, Zaragoza, 1615 – Tudela, Navarra, 1673). Hijo del boticario de Sádaba, Miguel Martínez y de Ana Huarte, que, según dicen Chiarlone y Mallaina, era hermana del famoso médico de Ultrapuertos (Navarra hoy en territorio francés) San Juan de Píe de Puerto. A los veinte años viaja a Roma permaneciendo allí cinco años para terminar su formación como boticario, siendo así el único farmacéutico español de su época del que sabemos que se formó también en el extranjero. En concreto estuvo en la farmacia Antonelli, de la Plaza de Trajano. Es un caso único en la farmacia española de la época, ya que había una prohibición expresa promulgada por Felipe II de salir al extranjero a formarse. Farmacéutico de Tudela, Navarra, falleció en esta localidad el 2 de junio de 1673.

Martínez de Leache fue un boticario de gran renombre en el siglo XVII. Autor de un conjunto de libros relevantes sobre la farmacia y la teoría farmacéutica galenista imperante en su tiempo.

En su obra, “Tratado de las condiciones que ha de tener un boticario para ser docto en su arte” (Zaragoza, 1662), conservada en la Biblioteca de la Universidad Complutense, aborda algo así como los requisitos imprescindibles para ser boticario en la España del siglo XVII. Es un testimonio vivo que nos ilustra sobre la formación en letras y requisitos morales que se exigían a los boticarios, incluso por delante de los conocimientos sobre la preparación de medicamentos.

Tras algunas disgresiones sobre la propia denominación de boticario o pharmacopeus, desechando la de apothecarius, por su etimología de butillero o bodeguero de vino, y la de pharmacopola, por corresponder a simples vendedores de remedios que en Italia llaman “charlatanes”  y en España “cantimbancos”, comienza a enumerar los requisitos del buen boticario. Debe saber latín, señala, para poder interpretar correctamente las recetas de los médicos. Dado que la vida de las personas está en su manos, continua, la moralidad y la conducta del boticario debe ser de calidad, en concreto, indica ”debe huir de juegos, convites y darle ebriamente al vino”. Añade además, siguiendo a San Pablo, que “la ebriedad conduce a la lujuria”, y enlazando con ese razonamiento aconseja  que “los boticarios sean hombres casados para evitar las tentaciones de los que no lo son”. Asimismo indica  que “el boticario no sea pobre, porque de serlo no podrá tener la botica bien provista”. La riqueza, por otra parte, le permitirá “ser bienhechor y acudir en socorro de la miseria”. También indica que “debe ser temeroso de Dios” y alude, siguiendo las exigencias de los principales Colegios de Boticarios, a la necesidad de que disponga de “informes de limpieza de sangre”, es decir, no tener antepasados judíos. Finalmente, tras todas estas condiciones, en el capítulo VII se refiere a la necesidad de que el boticario tenga “un buen conocimiento de los medicamentos y muy especialmente de las plantas.”

2 comentarios

MARTA ANSO ANSO
4 Septiembre, 2018 a las 1:03 pm
COFM
11 Septiembre, 2018 a las 12:02 pm

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