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Cuando las influencers traspasan las fronteras de la cautela

Con la aparición de las redes sociales llegaron los influencers, jóvenes que se han hecho un nombre a través de estas plataformas y que han sabido rentabilizar una nueva profesión promocionando distintos contenidos, incluidos los relacionados con la salud. El problema surge cuando estas personas, que cuentan con miles de seguidores, se atrevan recomendar determinados medicamentos sujetos a prescripción médica, y lo hacen a pesar de carecer de formación científica y conocimientos específicos sobre sanidad.

La última ocurrencia la ha protagonizado Marta Carriedo, una conocida “itgirl” que ha difundido un vídeo aconsejando una crema para curar una infección que tuvo en la oreja tras realizarse un piercing. Se trata de una pomada antibiótica sujeta a prescripción médica y, por consiguiente, sometida a la regulación que controla la publicidad de los medicamentos. Pero esos pequeños obstáculos no son tenidos en cuenta por estas famosas, que se propagan en redes haciendo propuestas a jóvenes y adolescentes que aceptan el mensaje sin titubear.

Ante el peligro para la salud pública que supone esta práctica se han levantado voces autorizadas como la Guillermo M. Melgar, un farmacéutico que trabaja bajo el seudónimo de @farmaenfurecida y es muy activo en redes sociales,  desde las que ha criticado a Carriedo por “promover el consumo de medicamentos en un medio ilegal”. En este mismo tono, el profesional de la farmacia se pregunta ¿Por qué las influencers con centenares de miles de audiencia pueden hacer esto y encima chulearse?

https://twitter.com/Farmaenfurecida/status/1186617346229723136

La respuesta de Carriedo fue defenderse de las críticas argumentando las razones que le han llevado a hacer sugerencias médicas, “no he recetado medicamentos” pero,  “si un seguidor me pregunta que qué crema es la que estoy utilizando para que se me haya curado tan rápido el piercing, evidentemente lo voy a decir”, señala en un storie que no tiene desperdicio: “Me da igual que esa crema necesite receta o no la necesite. Si tenéis que ir a un médico a que os la recete, como a mí me la recetó cuando vio la infección que tenía, pues vais”, remata la famosa influencer.

El peligro de este tipo de recomendaciones está relacionado con la rápida propagación y la repetición de estos mensajes. No hace mucho que desde este mismo medio advertíamos del peligro que suponía la sugerencia de utilizar Eridosis, un medicamento que contiene antibiótico y eritromicina, como un simple tapagranos. También en este caso, la influencer de turno, actuando amistosamente, se atrevía a traspasar las fronteras de la cautela.

Por eso, nos parece conveniente recordar que el medicamento es un producto indispensable que mejora nuestra calidad de vida, permitiendo prevenir, diagnosticar, tratar o curar enfermedades. Sin embargo, si no se hace un uso responsable del mismo, puede tener consecuencias negativas para la salud.

También sería conveniente recordar las competencias de los farmacéuticos, que se encuadra en actividades de información y asesoramiento sobre el uso adecuado de los medicamentos, la comunicación de reacciones adversas, el acompañamiento personalizado de los pacientes sobre el uso de la medicación y la contribución en campañas locales o nacionales de salud pública.

Las redes sociales son muy útiles para informar, pero también para desinformar, por eso compañías como Google han empezado a tomar medidas para prohibir los anuncios de tratamientos médicos especulativos y sin evidencia científica suficiente. Esperemos que las redes sociales adopten medidas parecidas y las influencers tomen conciencia de que “vender” ropa, cosméticos, viajes no tiene la limitación legal y moral que supone “aconsejar” medicamentos de prescripción médica.

 

Texto:

Charo Tabernero García

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