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En caída libre

Difícilmente se puede encontrar un sector que haya sufrido un recorte tan profundo de su facturación por parte de las administraciones públicas como el farmacéutico.

El nuevo copago farmacéutico introducido el 1 de julio del año pasado ha demostrado ser una herramienta muy efectiva para reducir el gasto y, por primera vez, el número de recetas. El último dato del gasto en recetas de mayo avanzado por el Ministerio de Sanidad apunta un descenso del 12 por ciento en relación con el mismo mes del año anterior, y la caída interanual de esta partida alcanza ya un preocupante retroceso del -15,89 por ciento, que se suma a la serie de descensos registrados desde 2009. Entonces las comunidades autónomas desembolsaron 12.636,78 millones de euros para costear las recetas, frente a los 9.124,33 millones de euros de mayo.

Sin entrar en más datos, tan sólo subrayar que son más de 3.500 millones de euros menos que se restan a un sector que, sin ninguna duda, está pagando la mayor parte del ajuste sanitario y de un gran porcentaje del recorte del gasto público que no le correspondería por su peso económico.

Los sacrificios están siendo enormes para las farmacias. Las recetas representan entre un 70 y un 80 por ciento de la facturación -¡no lo olvidemos!- de pequeñas empresas, por lo que imponer mermas en los ingresos de casi un 30 por ciento es muy difícil de sostener.

Creemos que profundizar en esta política centrada en la reducción del gasto en medicamentos es un error y tiene un precio que ya se está empezando a pagar en destrucción de empleo y en un goteo constante de cierres que deterioran la calidad de la prestación farmacéutica que reciben los ciudadanos y empobrecen el Servicio Nacional de Salud.

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